Durante la mayor parte del siglo anterior, el FMI y el Banco Mundial tuvieron casi un monopolio en los asuntos de ayuda internacional. Los Estados Unidos y su tripulación occidental echaban de por el mundo sus cheques, consejos y condiciones escondiéndose bajo el supuesto anhelo de desarrollar países desdichados pero con el fin sutil de imponer sus propios agendas políticas y económicas. Al igual de Santa Claus arrastrando su bolsa de regalos, el FMI entraba con sigilo en la tormenta soberana y distribuía paquetes a países que se han comportado bien, es decir, a su gusto: quitado cualquier impedimento al comercio extranjero, estabilizado sus financias, aceptado la democracia y el fin de la corrupción, entre más requisitos. En el mismo soplo el gordito -emblema del capitalismo puro - cosechaba entradas para que su marcado tuviera más vías de crecimiento. Eso incluye acceso barato y total a recursos naturales necesarios para alimentar su apetito feroz y nuevos mercados para que compren sus regalos envenenados, desde Coca-Colas hasta productos agrícolas y manufacturados. A raíz de esa cooperación un país accedía a dinero crucial para rescatar su economía aunque perdía gran parte de su soberanía. Este fenómeno, el de una píldora neo-liberalista tragada por fuerza, o bajo el mas provocador apodo ’el neo-colonialismo’ está enfrentándose con un adversario que anteriormente ha rechazado a la píldora y ahora enreda el juego occidental. Por el bien o por el mal, las reglas se revuelcan.
Con reservas exteriores superando tres trillones de dólares China tiene un apetito descomunal debido a su crecimiento extraordinario desde hace varias décadas. Lo inquietante por el es que le hace falta mantener aquel empuje por miedo de ver un desempleo que crezca con una población explosiva, un paro que pueda amenazar la legitimidad frágil de la clase política. A diferencia de los EEUU rodeados de amplios recursos naturales en su proprio territorio, China tiene una escasez de lo necesario para alimentar el horno de la industrialización. Por tanto China está negociando con varios países bajo el mismo juego, el de la ayuda internacional. El quid pro quo consista en intercambiar recursos naturales por paquetes de ayuda, paquetes con características muy distintas de los ofrecidos por EEUU. China no quiere involucrarse en los asuntos políticos de sus socios y por tanto trae ayuda sin condiciones que ataquen el poder de decisión de los mandatarios. Además, China tiene más experiencia en el campo del desarrollo que muchos economistas occidentales fingen saber, conque sus consejos son entonces más pertinentes. Esto significa que, por primera vez en la historia moderna del desarrollo internacional, países pobres tienen una real selección de ayuda. ¿Por qué escoger el FMI o el Banco Mundial cuando China nos ofrece ayuda más limpia? Se preguntan países como Sudan y Angola.
Hay que esperar si países en desarrollo van a beneficiar realmente de este nuevo tipo de ayuda, o si al contrario la entrada de China solo agrega un nuevo gran pez que come los más pequeños y lucha constantemente contra carniceros rivales. Lo cierto es que en el corto plazo el FMI y otras instituciones occidentales tendrán que cambiar sus modus operandi cuando trafican sus paquetes, eso gracias a un mercado de ayuda que se va creciendo y ofreciendo productos de mejor calidad.
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